Hace aproximadamente unos 11.000 años surgió un material de forma ortoédrica, que a lo largo de todo este tiempo ha ido evolucionando en cuanto a sus dimensiones y forma de elaborar, pero su esencia continúa y sigue siendo exactamente la misma: el ladrillo.
El ladrillo es uno de los materiales tradicionalmente más utilizado en la construcción de edificaciones. 40 ladrillos son necesarios aproximadamente para levantar un metro cuadrado de pared. Claro está, que dicha cantidad depende de las medidas de cada ladrillo, las cuales varían según regiones o tipologías, pero aun así, nos demuestra el enorme esfuerzo y tiempo necesario para que una persona los coloque de forma correcta hasta concretar el trabajo.
Es sorprendente cómo este elemento tan rudimentario, sea aún hoy en día la pieza clave para la construcción de nuestros edificios. En una era donde el software de dibujo en colaboración on-line, el empleo de realidad virtual para la verificación de procesos constructivos y presentación final de proyectos, así como realidad aumentada utilizada para fusionar esa información gráfica con nuestro mundo real, son el día a día de muchos estudios de arquitectura, pero a la hora de edificar un proyecto, seguimos utilizando esa pieza milenaria llamada ladrillo.
Ya es tiempo de un nuevos sistema
No pretendo decir que algo que ha sobrevivido durante tanto tiempo debemos descartarlo. Sino más bien habría que plantearnos la pregunta: ¿por qué no hemos evolucionado en el empleo de nuevos materiales constructivos? Existen innumerables componentes, materiales alternativos y ambientalmente eficientes. Materiales con procesos constructivos más limpios y con una reducción importante de tiempos de ejecución. Pero al parecer al día de hoy, existe alguna o mucha reticencia a utilizar estas innovaciones en nuestros proyectos.
Creo que es el momento de replantear y exigir a los arquitectos un ejercicio de búsqueda de aquellos materiales que sean idóneos y respetuosos en el contexto en que se construye. Las soluciones no nos deberían llevar en una sola dirección, sino en muchas, que pueden ir desde la utilización del bambú o técnicas de madera quemada, a sistemas modulares de composites desarrollados en laboratorios, que aprovechan materiales reciclados.
Es momento de abrir nuestra mente para investigar, desarrollar y experimentar con nuevos sistemas constructivos. Es una oportunidad para evolucionar y dar un paso más en el aprovechamiento de los recursos sostenibles e inmediatos a nuestros contextos. Evitando la extrapolación de sistemas constructivos empleados en otros países con condiciones medioambientales y climáticas radicalmente diferentes. Nuevos sistemas constructivos sí, pero acorde al entorno en que se utilizarán, por eso no podemos hablar de una única solución, hecho que promocionaría la investigación y desarrollo de materiales “ad-hoc”.
Una alternativa
El panel sandwich es una alternativa a esas soluciones que pueden contribuir a la utilización de esos nuevos sistemas constructivos, debido a sus propiedades de baja transmisión térmica, propiedades de aislamiento acústico y resistencia al fuego, procesos de fabricación sostenible, y una gran velocidad y sencillez en su montaje. El panel presenta una gran versatilidad para adaptase a formas y distribuciones diversas. Además, es un material con costos de fabricación y montaje accesibles y una durabilidad de muchos años con el mantenimiento apropiado.
Llevamos años utilizándolo en otros sectores donde ha demostrado sus ventajas, solo nos falta una pizca de creatividad y una apuesta por proyectos innovadores… o quizá cuando leas esto, ya están fraguándose proyectos con éste u otros nuevos sistemas constructivos eficientes.